Jan Amos
Komenský, en latín Comenius, nació el 28 de marzo de 1592. Sus padres decidieron bautizarlo
con el nombre de Juan Amós Comenio en honor a Juan de Huss del cual deseaban
fuera imitador. El lugar de nacimiento es incierto, pues pudo ser Komná (de
ahí Komenský), una pequeña aldea en la que vivieron sus padres, Nivnice,
donde pasó su niñez o Uherský Brod en Moravia (actual república Checa), pueblo
al que fue a vivir durante su niñez y en el que se conserva un museo a su
nombre. Murió en Ámsterdam el 15 de noviembre de 1670.
La familia de
Comenius pertenecía a la Hermandad, modesta iglesia fundada en
1547 por Rehor (seguidor del movimiento basado en las ideas reformistas del
sacerdote y teólogo Jan Hus). Allí se predicaban ideas muy radicales con las
que querían llevar a la iglesia a recuperar la sencillez de la primitiva sociedad
cristiana, por lo que la Hermandad fue perseguida desde un principio. La
iglesia fue prohibida y sus miembros acosados. Muchos de los hermanos murieron
martirizados, sin embargo, la Hermandad persistía. Las lecturas
comentadas por su padre le fueron ayudando a desarrollar su pensamiento
crítico, y sus ideas sobre la fe en la justicia que tarde o temprano llegaría. Tras
morir sus padres y perder sus pertenencias en un terrible
incendio huyó en compañía de su tía buscando su porvenir.
Aprendió el
latín, le gustaba leer a los poetas, Virgilio, Ovidio, Cicerón, y con la misma
atención leía la Biblia. Con entereza y valentía expresaba sus desacuerdos
sobre algunos textos ante sus profesores, acostumbrados a que los alumnos
obedientemente repitieran las doctrinas preestablecidas. Sus preguntas los
desconcertaba, pues veían que era directo y pensaba libremente. Su espíritu
crítico le hizo merecer que lo enviaran a la Universidad de Herborn -escuela de
gran prestigio- donde enseñaban los mejores profesores. Criticaba el
método memorístico con el cual los maestros le obligaban a
aprender pasajes bíblicos, cánticos religiosos y preguntas de catecismo, relegando
a segundo plano la lectura, la escritura y el cálculo. Lo veía como una pérdida
de tiempo, pues exigía años de aprendizaje cuando, pensaba él, si se
hubiera buscado el interés de los estudiantes se podía aprender en unos
cuantos meses. Esto le llevó, en contraposición a la memorización de
reglas ininteligibles, a redactar manuales para aprender lenguas de
una forma natural, como se aprende la propia en la infancia, basándose
en frases y no en reglas, que debían ser redactas
después por el aprendiz, tras dominar la lengua aprendida.