La transversalidad es un concepto que, en su relación con el
currículo escolar, ha tenido importantes variaciones en el tiempo. Su aparición
en los sistemas educativos de América Latina ocurre por la necesidad de abrir
en la escuela espacios para el abordaje de "problemáticas socialmente
significativas" (Boggino, 1997, 30), restituyendo y resaltando como
función de la educación escolar, la formación para la vida. (Magendzo, 2003,
40).
La puesta en funcionamiento de los procesos transversales de
formación, implica en consecuencia una serie de operaciones sobre el currículo,
las cuales han sido sintetizadas por diversos autores en los siguientes
términos: "cruzar y enhebrar". (Gadivia, 2000, 13). Esta acepción de
transversalidad, que consiste en cruzar y enhebrar los contenidos de las
Disciplinas escolares en función de las problemáticas sociales de cada
contexto, instala el ámbito de la interdisciplinariedad en la escuela, es
decir, la comunión de distintas disciplinas para el abordaje de fenómenos
específicos (Pedroza y Argüello, 2002)
Esta perspectiva, ligada a la raíz procedimental (Gadivia,
2000) del concepto, es decir a la construcción de conocimientos y el desarrollo
de habilidades para el hacer, se amplía con el tiempo incorporando la dimensión
del ser y del vivir con otros, es decir, se introduce la importancia de los
comportamientos, los valores y las actitudes.
Estos últimos, por trascender el ámbito de los contenidos específicos y aislados, propios de la disciplinariedad, y por ubicarse en el plano de los vínculos sociales que se construyen en la escuela y en la sociedad, reflejan la existencia de un proceso formativo de carácter trasdisciplinar.
Estos últimos, por trascender el ámbito de los contenidos específicos y aislados, propios de la disciplinariedad, y por ubicarse en el plano de los vínculos sociales que se construyen en la escuela y en la sociedad, reflejan la existencia de un proceso formativo de carácter trasdisciplinar.